martes, 20 de octubre de 2009

Tarjetas de presentacion: sin retrasos y sin errores

justin

Me las entregaron sin retrasos y sin errores. Sorprendente. En verdad esperaba que algo fallara: la cartulina, o los colores, o algo en el texto. Pero no. Demasiado sencillo para ser cierto.

Eran 100 y me costaron 20 yuan.


Un amigo me sugirió mandar imprimir 400 porque cada ciento me saldría a 10 yuan, pero felizmente hace bastante que dejé de razonar de esa manera. Además tenía que llamar por teléfono porque la de 400 era una imprenta fuera de la universidad, y eso ya es palabras mayores. Hablar con alguien en chino por teléfono aún es mucho desgaste neuronal.

Lo cierto es que allí estaban. Listas para ser repartidas. "Entregarlas con las dos manos, repartirlas siempre con el lado que tiene las letras chinas para arriba, recibirlas con las dos manos, leerlas un momento para demostrar que nos interesa el contenido, no colocarlas en el bolsillo trasero del pantalón, no meterla sin más dentro del bolso, no meterla en la billetera y luego ésta en el bolsillo trasero del pantalón", repasé mentalmente.

Parecía sencillo, pero yo estoy completamente fuera de práctica. En el último puesto en el que trabajé durante casi cuatro años nunca mandé imprimir tarjetas de presentación, quizás como una manera de demostrar que no las necesitaba para lograr hacer mi trabajo.

Tampoco he tenido nunca mucho interés en colectar tarjetas. Debe ser porque siempre me he retado en poder encontrar a una persona a pesar de no tener ningún dato. "No hay que saber... hay que saber quién sabe" es una de mis frases favoritas.

Pero ahora no pasaría más por el roche de que me entreguen una tarjeta de presentación y no poder dar una mía a cambio, y justo a tiempo, porque esa noche pensaba asistir a un "networking event" organizado por la Cámara Suiza de Comercio, y Andrea, el director ejecutivo, me había advertido que debía llevar muchas.

Llegué al exclusivo Bar Centro, en el distrito de Chaoyang. Los presentes llevaban ya un buen rato departiendo, conociéndose, intercambiando tarjetas de presentación. Saludé a un par de conocidos y Andrea me presentó a otros más. Cada uno, automáticamente, me extendía una tarjeta de presentación.

Y entonces pasé de la teoría a la práctica.

¿Cómo sacar una de tus tarjetas y entregarla con las dos manos si tienes una mano ocupada con la tarjeta que acabas de recibir? ¿Cómo? ¿Cómo? La estrategia sería entregar la mía primero, así mis manos quedarían libres y el problema sería del otro. El punto ahora era cómo lograr sacar las tarjetas lo suficientemente rápido. Las primeras veces casi tuve que pelear con el bendito estuchito, muy Montblanc (regalado por si acaso) pero muy incómodo. La conclusión fue que debo practicar más o cambiar el estuche.

¿Conociste personas?, ¿intercambiaste tarjetas?, me preguntó Andrea cuando ya todo iba terminando.

Algunas, le respondí. Aún no me acostumbro a entregar tarjetas mías a diestra y siniestra. Prefiero que me la pidan, que surja la necesidad antes. ¿Tú cuantas cambiaste?

Todas, me dijo mientras me enseñaba el mazo con más de cien.

¿Por qué hay tanto afán con las tarjetas de presentación en China? O será que en todos lados es así y yo soy una marciana... ¿Por qué? ¿Por qué?

Lanzo mi hipótesis: debe ser por la dificultad del idioma. Sin esta ayuda memoria los chinos no recordarían los nombres extranjeros ni los extranjeros recordarían los nombres chinos.

También tiene que ver, me dijo Carmelo, a quien le comenté de este tema días después mientras tomábamos un café. Pero la razón principal está relacionada con conocer bien la posición del interlocutor.

Los chinos, que pueden ser muy flexibles para algunas cosas, son totalmente estrictos con las jerarquías. La persona con más jerarquía ingresa a un lugar a la cabeza de los subordinados, a la persona con más jerarquía se la debe saludar primero, en una reunión o cena de negocios los presentes se sientan observando el orden jerárquico, y la persona con más jerarquía da por terminada la reunión para lo cual le basta con levantarse de la silla. Todos los demás automáticamente lo seguirán y en pocos minutos la reunión habrá terminado.

Por más apurado que esté, una persona de menor jerarquía no puede terminar una reunión. Está a merced del tiempo, del deseo, del interés y de los planes del otro.

Entonces, en una situación en la que no todos se conocen de antemano, el intercambio de tarjetas es el momento en el que se establece la relación jerárquica que permitirá que la reunión se desarrolle adecuadamente.

¿Será por eso que los chinos parecen no preocuparse en demostrar "quién es quién", mientras que en Occidente los primeros minutos de una reunión de negocios son muchas veces destinados a "marcar el terreno"?

Observo las tarjetas que he ido recibiendo durante estos meses. A muchas, aunque tengan los datos en inglés, les hago anotaciones en español que me permitan recordar después cuándo y dónde me las dieron. Ninguna me parece muy sobresaliente ni muy memorable. Ninguna como aquella que recibí hace varios años en el Parque Kennedy de Miraflores y que aún recuerdo. Estaba haciendo una nota sobre el día de la Canción Criolla. La tarjeta era de Augusto Polo Campos, y debajo del nombre, además del teléfono, ponía simplemente "Peruano".

Es mucho mejor utilizar mayúsculas y minúsculas al escribir. Para los chinos resulta poco (muy poco) legible lo que está totalmente escrito en mayúsculas.

Post escrito gracias a el Comercio Perú

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